Con el vestuario del Madrid en guerra civil, perdiendo la Champions en semifinales y la Copa en casa ante el Atlético, pocas buenas conclusiones se pueden sacar en La Castellana del turbulento final de temporada. Tan pocas como una: Luka Modric.

El croata es la única buena noticia del Real Madrid en los últimos partidos. Dentro del caos generalizado en el que se ha convertido la casa blanca en las últimas semanas, la explosión de juego de Modric es un soplo de aire fresco y una ventana para la esperanza de cara a la próxima temporada.

Después de un inicio más que titubeante y de meses de penumbra, el mejor momento de Modric ha coincidido con el peor del Madrid. Sin embargo, la sensación final de la temporada, una vez hecho el balance, será que Modric ha sido uno de los mejores jugadores de la temporada blanca.

Desde el día de Old Trafford, fecha de su explosión como madridista, hasta la final de Copa, Modric se ha hecho con la manija del equipo. En parte gracias a las rotaciones de Khedira o Xabi, pero sin duda, gracias a su buen hacer.

Roba balones, construye juego, toca la pelota con sentido y aporta peligro con sus disparos. Todas las cualidades de Modric han aflorado en primavera y han dejado ver, por fin, al jugador por el que se pagó una millonada.

Este final de campaña ilusiona de cara a la siguiente, la que debe ser la de la consagración final de Modric como timonel del Real Madrid. En la tormenta, queda la figura de Modric por encima de la marejada. Cuando las aguas se tranquilicen, debe confirmarse.

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